Los últimos datos sobre pobreza e indigencia en la Ciudad de Buenos Aires revelan una situación alarmante durante el tercer trimestre de 2024. Las cifras muestran que el 28,1% de la población se encuentra en situación de pobreza, mientras que la indigencia alcanzó el 11%, marcando los niveles más elevados desde 2015. En términos absolutos, esto significa que casi un millón de personas (868.000) viven en condiciones de pobreza y 341.000 en situación de indigencia.

El impacto de esta crisis se refleja en la estructura de los hogares porteños, donde el 22,1% (299.000 hogares) se encuentra bajo la línea de pobreza y el 7,3% (99.000 hogares) en situación de indigencia. Estos números han provocado una reconfiguración en la composición social de la ciudad, con una notable disminución de la clase media, que ahora representa el 49,5% de los hogares, mientras que los sectores acomodados se han reducido al 8,1%.

Uno de los aspectos más preocupantes de este panorama es la situación de los menores de edad. Las estadísticas revelan que el 42,6% de los niños y adolescentes viven en hogares pobres, siendo el grupo etario más vulnerable a las condiciones económicas adversas. Los hogares con niños menores de 14 años presentan una tasa de pobreza del 35,6%, significativamente superior al promedio general.

La distribución geográfica de la pobreza muestra una marcada desigualdad dentro de la ciudad. La zona sur concentra los mayores índices, con un 35% de hogares en situación de pobreza, evidenciando una brecha territorial que persiste y se profundiza con el tiempo. Esta disparidad se refleja también en el acceso a servicios básicos como salud y educación, que resulta más limitado en las áreas más afectadas.

En términos económicos, los umbrales establecidos para determinar la condición de pobreza e indigencia son reveladores. Para no ser considerado pobre, un hogar porteño necesita ingresos mensuales de al menos $1.032.246, mientras que el umbral para evitar la indigencia se sitúa en $551.679. Estas cifras ponen de manifiesto la magnitud del desafío económico que enfrentan las familias.

La situación laboral aparece como un factor determinante en esta problemática. Los hogares con jefes de familia desocupados o subocupados son los que presentan mayores índices de pobreza e indigencia, lo que subraya la importancia del empleo formal y estable como herramienta para superar la vulnerabilidad económica. La educación también emerge como un factor clave, observándose una correlación entre los niveles educativos y las posibilidades de superar la pobreza.

El impacto de estas condiciones económicas trasciende lo meramente financiero. La pobreza y la indigencia tienen efectos negativos directos sobre la salud y el bienestar general de las personas afectadas, creando un círculo vicioso que dificulta la superación de esta situación. La falta de acceso a servicios básicos agrava aún más estas condiciones, comprometiendo las posibilidades de desarrollo y movilidad social.

Frente a este escenario, se hace evidente la necesidad de implementar políticas públicas efectivas y sostenidas en el tiempo. Las estadísticas actuales, las más altas desde 2015, demandan una respuesta integral que aborde tanto las causas estructurales de la pobreza como sus manifestaciones más inmediatas, con especial atención a los grupos más vulnerables y las zonas más afectadas de la ciudad.

Fuente: Instituto de Estadística y Censos de la Ciudad de Buenos Aires (Idecba)

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